1 año ago
No conozco ninguna persona triunfadora o exitosa que no tenga un adecuado nivel de automotivación. El manejo correcto de nuestros procesos, tareas y emociones pasa necesariamente por encontrar la manera de querer hacer lo que hacemos, disfrutar de lo que somos, valorar el camino que hemos elegido en el terreno personal o profesional.
Llega el fin de semana y nos cambia la cara. De pronto disfrutamos con las tareas, confirmando que somos mucho más felices en ese momento de la semana que cualquier otro día en el desarrollo de nuestra labor profesional.
Nos cambia incluso el carácter, sintiendo un subidón el viernes o el sábado cuando acabamos la semana y encajando como podemos un “bajón” importante el domingo por la tarde, momento en el que empezamos a dar vueltas a todo lo que tendremos que hacer al día siguiente.
¿Y por qué actuamos con las personas del entorno afectivo personal de una forma más amable y paciente y no lo hacemos la mayor parte del tiempo con aquellos/as con los que convivimos diariamente en nuestro trabajo?
Pasamos el 75% de nuestra vigilia (tiempo en el que estamos despiertos) trabajando (aquellos que tenemos la SUERTE de tener trabajo). Muchos de nosotros vivimos este tiempo con prisas, agobio, tensión, sensación de falta de tiempo y juzgando a quienes nos rodean (responsables, compañeros/as, clientes o proveedores). Nos enfadamos, perdemos la paciencia y culpamos de lo que sucede al resto. Y así con este panorama cinco o seis días a la semana, unos trescientos días al año, unos treinta y cinco o cuarenta años de nuestras vidas, sin darnos cuenta de que haciendo pequeños cambios en nuestra manera de pensar y hacer las cosas, nuestras vidas darían un giro inesperado hacia el disfrute, el placer, las oportunidades y a encontrar sentido al trabajo que realizamos.
Si no lo hacemos, el efecto es terrible, nos crea cansancio, falta de creatividad, mal humor, y hasta pienso que, puede ser la causa en ocasiones de enfermedades irreversibles.
Plantéatelo, dale una vuelta. Ir a trabajar con sensaciones de bienestar, es posible. Reforzar tu motivación modificará el desarrollo de tus tareas y contribuirá a generarte una mejor imagen.
EL TALENTO Y SU VALOR PARA GENERAR MOTIVACIÓN
El conocimiento (lo que aprendemos y sabemos), las capacidades (cómo lo hacemos) y la experiencia (cuantas veces lo hacemos) configuran nuestro talento a la hora de realizar una tarea. Por esto se nos retribuye a final de mes: es la valoración de todo lo que podemos hacer eficazmente.
Pero el talento por sí solo no es nada. Necesita un generador, una pila que lo impulse. Esa batería es tu voluntad de ser excelente, de poner valor y expectativas en cualquiera de tus labores cotidianas, de poner ilusión, empeño y fuerza emocional positiva. En definitiva, es la motivación y la pasión por lo que haces, por quién eres y por la gente de la que te rodeas.
Esto último no se estudia, no se aprende, se practica. Se interioriza, se adhiere a la personalidad, a nuestros actos, a nuestros gestos, a nuestros movimientos corporales, a nuestra forma de vestir, a nuestro modelo de ser humano, a nuestro lugar de trabajo y, sin darnos cuenta, a nuestra imagen externa.
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